Queridos feligreses de San Martín,
“Gusten y vean que bueno es el Señor”, respondemos en el salmo de este domingo. Nosotros utilizamos diariamente el sentido del gusto y de la vista, a menudo sin hacerlo conscientemente. El salmista nos recuerda que debemos afinar estos sentidos para poder utilizarlos bien.
Un sumiller cata el vino con plena conciencia y puede notar los sabores sutiles y la calidad de lo que prueba. Yo ciertamente no puedo hacerlo porque no he afinado ese sentido. El “peligro” para mí es que no puedo distinguir entre un buen vino y uno de menor calidad. Por lo tanto, puedo ser engañado. ¡Con cuánta frecuencia nos sucede eso en el sentido espiritual! Podemos caer fácilmente en la tentación de desear aquello que realmente no satisface y confundir los placeres baratos con los verdaderos y sustanciales. Debemos entrenar nuestro sentido espiritual del gusto para poder desear lo que es de Dios y rechazar lo que es un sustituto barato.
Podríamos decir lo mismo de nuestro sentido de la vista. Cuando era niño, buscaba en los gabinetes cuando tenía hambre y, exasperadamente le decía a mi mamá: “¡No hay nada para comer!”. Mi mamá sabía que había bastante para comer, pero como mi vista solo estaba fija en una “solución rápida”, no podía discernir adecuadamente lo que tenía delante de mi. Sin una verdadera visión espiritual, somos más propensos a centrarnos en lo que no encontramos delante de nosotros en lugar de estar atentos a la bondad del Señor presente en nuestra vida. Entonces, nos ponemos envidiosos de lo que tienen los demás, en lugar de estar agradecidos por lo que tenemos.
Cuando nuestra visión espiritual está bien entrenada para ver la bondad de Dios, entonces, ¡que dulce es saborear su bondad en nuestra vida! Esto se aplica a la fiesta espiritual de la Eucaristía: nuestra visión espiritual nos prepara para saborear su bondad en la Sagrada Comunión. Mientras que la visión responde a la belleza exterior de nosotros, el gusto responde a la delicadeza de lo que está dentro de nosotros. Observa la bondad del Señor presente en la creación que te rodea, y eso te prepara para saborear el don inestimable de su comunión contigo a través de la Eucaristía.
En Cristo,
Padre David
Comentários