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Mensaje del P. Stefan - 7 de junio de 2024


El viernes y sábado pasados celebramos las Fiestas del Sagrado e Inmaculado Corazones de Jesús y María. Estos dos corazones son nuestros dos modelos de vida cristiana. Ambos corazones están, hasta cierto punto, incompletos sin el otro. El Inmaculado Corazón y el Sagrado Corazón son inseparables.


El Inmaculado Corazón de María es el corazón que es totalmente puro. El Inmaculado Corazón es el corazón que se ha entregado completamente a Dios en amor y servicio a Dios. En el fiat de María, su sí a Dios en la Anunciación, demuestra su entrega total al Señor. Esta es la culminación de toda la vida de María. A lo largo de su vida María ha dicho sí a Dios, en su oración, en su servicio al templo, en su virginidad, en todas las cosas, María ha dicho sí a Dios. Y el sí de María continúa después de la Anunciación. María dice sí a que su Hijo comience su ministerio público en las bodas de Caná, sí al sacrificio de Cristo en la cruz, y sí a recibir a San Juan el Amado y a la Iglesia, como su hijo. El Inmaculado Corazón de María es el único corazón que puede recibir plenamente a Dios porque se ha entregado plenamente a Dios. El Inmaculado Corazón es el único corazón que puede contener a Cristo en el vientre, es el único corazón que puede recibir y contener el corazón de Cristo, el Sagrado Corazón.


El Sagrado Corazón de Jesús es el corazón del amor. El Sagrado Corazón es el corazón que sale, el corazón que sale para llegar al amado. Es el Sagrado Corazón de Jesús que se extiende y viene a nosotros. Es el corazón que arde de amor por todos. Sin embargo, también es el corazón el que está dispuesto a ser herido por amor. El corazón que puede entregarse a sí mismo como un don total al otro como un sacrificio por el bien del otro. Ese es el corazón de Cristo.


Estamos llamados a tener ambos corazones. Purificamos nuestros corazón e imitamos al Inmaculado Corazón cuando decimos sí a Dios en nuestra vida. Cuando decimos sí a Dios, nos acercamos a Dios y nos alejamos del pecado. A medida que nuestro corazón se purifica, nos volvemos más capaces de recibir a Dios y recibir el Sagrado Corazón de Jesús. Y cuando recibimos el Sagrado Corazón de Jesús, comenzamos a imitar a Jesús saliendo en amor a nuestro prójimo. Amamos con el Sagrado Corazón de Jesús, y nos dejamos herir, de sacrificarnos por los demás. Ambos corazones trabajan juntos.


Recibimos el amor de Dios con el Inmaculado Corazón, y amamos como Dios con el Sagrado Corazón. Los dos son inseparables y no podemos ser discípulos sin uno u otro. Imiten a María en su sí para recibir al Inmaculado Corazón, y sacrifiquense como Cristo para recibir el Sagrado Corazón. Amén.


En Cristo,

P. Stefan



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