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Mensaje del Párroco - 27 de julio de 2025

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Queridos feligreses de San Martín:


Mi primer recuerdo de oración es con mi mamá. Yo tenía unos tres años. Ella se arrodilla junto a mi cama después de arroparme. Juntos rezamos el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. Después, le pedimos a Dios que bendiga a mamá y papá, a mis hermanos y hermanas, a los ricos y a los pobres, a los enfermos y a los que se sienten solos. En total, esto tomaba quizás tres o cuatro minutos. Pero en ese breve lapso, aprendo a hablar con Dios y con María. Aprendo a orar con los demás y por los demás. Aprendo que Dios nos escucha y nos bendice.

La oración es nuestra esencia como cristianos, pero a menudo nos encontramos como los discípulos ante Jesús en el evangelio de este domingo: “Señor, enséñanos a orar”. Hay tantas espiritualidades y métodos de oración en la Iglesia: lectio divina, meditación, contemplación, oración vocal, intercesión, petición, adoración y acción de gracias. A veces todo se vuelve confuso y nos encontramos agitados espiritualmente. En esos momentos, debemos recordar mantenerlo simple, como un niño de tres años rezando con su mamá. Un método simple y directo de oración es el siguiente:

1.Reconocer: Al comenzar la oración, primero debemos tomar conciencia de lo que

sucede en nuestro interior. ¿Cuáles son nuestros pensamientos, sentimientos y

deseos? Puede ser tentador comenzar a orar sin recogernos primero, pero en ese

caso nuestra oración se dispersa. Quizás cargue con dolor, ira, miedo o preocupación;

por otro lado, quizás me sienta alegre, agradecido o esperanzado. Este es el primer

paso de la oración: ir hacia adentro y tomar conciencia de lo que llevamos.

2.Relacionar: Después de recogerme, puedo contarle a Dios (o a María o a un santo

favorito) lo que reconozco. Le expreso a Dios lo que acabo de reconocer

interiormente. Algunas personas se atascan pensando solo en sus propias ideas.

Pero la oración en sí misma comienza al relacionar con Dios lo que sucede dentro de

mí. Ésta comienza compartiendo mis pensamientos, sentimientos y deseos con él.

3.Recibir: Esta es la parte más difícil de la oración. Después de conectar con Dios,

guardo silencio y espero su respuesta. La oración es un diálogo, una vía de doble

sentido. Su respuesta llega en silencio, quizás en una palabra interior, un sentimiento

o una llamada.

4.Responder: Para concluir el tiempo de oración, doy gracias a Dios o tal vez tomo una

resolución. Quizás simplemente me siento impulsado a realizar un acto de fe,

esperanza o amor, o a encomendarme a su cuidado.


Unidos en oración,

P. David

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