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Mensaje del Párroco - 7 de diciembre de 2025


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Estimados feligreses de San Martín:


La paciencia es una virtud clave del Adviento, y una para la que nuestra cultura esta especialmente mal adaptada. La música navideña inunda el ambiente desde antes del Día de Acción de Gracias. Es probable que asistas a una fiesta de Navidad este fin de semana. En relación con esto, la tecnología ha disminuido nuestra capacidad de ser pacientes. Los mensajes de texto son más eficientes que las llamadas, y ¿quién se sienta hoy a escribirle una carta a un amigo o familiar? Tu equipo deportivo favorito contrata a un entrenador y, en dos temporadas, lo despiden. ¡Queremos ganar ya! Es tan fácil impacientarnos en el camino o en la fila del supermercado. ¡A menudo nos impacientamos con nuestra pareja, nuestros hijos y con nosotros mismos! La paciencia es una virtud del pasado, pero una que necesitamos en este Adviento tan ocupado.

En cierto sentido, el pecado original se debe a la falta de paciencia. Eva se aferró al fruto en lugar de confiar en el deseo de Dios de darle lo que es bueno. Podemos contrastar la paciencia con una actitud de aferrarse, controlar y forzar nuestra voluntad. Nuestra Santísima Madre nos da la respuesta perfecta de la paciencia: “Hágase en mí según tu palabra”. Su actitud fue de receptividad confiada, imposible sin paciencia. El gran teólogo Hans Urs von Balthasar lo resume bien:

La restauración del orden por parte del Hijo de Dios tuvo que ser la anulación de

ese arrebato prematuro del conocimiento, el abatimiento de la mano extendida

hacia la eternidad, el regreso arrepentido de una transferencia falsa y rápida a la

eternidad a un confinamiento verdadero y lento en el tiempo. De ahí la

importancia de la paciencia en el Nuevo Testamento, que se convierte en el

componente básico del cristianismo, más central incluso que la humildad: la

capacidad de esperar, perseverar, resistir, soportar hasta el final, no para

trascender las propias limitaciones, no para forzar las cosas haciéndonos el héroe

o el titán, sino para practicar la virtud que yace más allá del heroísmo, la

mansedumbre del cordero que es guiado..


Durante el Adviento, practiquemos el buen uso del tiempo, no para ser más eficientes o productivos haciendo más cosas. Más bien, practiquemos usar el tiempo de forma más profunda y significativa, haciéndonos presentes a Dios y a los demás. Practiquemos la espera y la esperanza, en lugar de disfrutar prematuramente.


En Cristo,

P. David


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