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MENSAJE DEL PÁRROCO - 9 DE FEBRERO DE 2024



Queridos feligreses de San Martín,


El 11 de febrero de 1858 marcó la primera de múltiples apariciones de Nuestra Santísima Madre a una joven llamada Bernadette Soubirous en Lourdes, Francia. En una de sus apariciones, María instruyó a Bernardita para que cavara con las manos en el barro. Mientras una multitud observaba conmocionada, el agua comenzó a brotar de donde estaba cavando. Poco después, los peregrinos comenzaron a acudir a Lourdes para honrar a nuestra Santísima Madre bajo el título de Nuestra Señora de Lourdes y bañarse en las aguas milagrosas y curativas. Debido a las muchas curaciones que se han producido allí, los enfermos y los que tienen enfermedades terminales se sienten especialmente atraídos por Lourdes. El esposo de mi prima fue diagnosticado con una forma muy rara e incurable de cáncer cuando tenía solo cuarenta años. Fue a Lourdes en busca de una cura física, pero su curación resultó ser a nivel espiritual. Murió con gran valentía, paz y fe, reconciliado con Dios y rodeado de su esposa y sus seis hijos pocos meses después de ir a Lourdes.


La Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por los Enfermos el 11 de febrero. Uno de los grandes desarrollos en la historia del mundo es el cuidado de los enfermos que el cristianismo promovió. Jesús sanaba continuamente a las personas de sus enfermedades físicas, mentales y espirituales. Incluso insistió en que nuestro juicio final tomaría en cuenta nuestro trato a los enfermos (“Estuve enfermo y me visitasteis”). Lo que hoy conocemos como el hospital para pacientes internados fue una invención de la Iglesia unos siglos después de Cristo. Innumerables santos han dedicado sus vidas a servir a Cristo en la persona de los enfermos. Santa Teresa de Calcuta es un ejemplo notable reciente.


Se nos ha confiado la tarea de continuar el cuidado misericordioso de Jesús por los enfermos. Como sacerdotes, ofrecemos el sacramento de la unción de los enfermos a aquellos que están gravemente enfermos o que se someten a procedimientos médicos. Una vez al mes, ofrecemos una Misa del Primer Viernes por la noche seguida de oraciones de sanación ante el Santísimo Sacramento. Una de nuestras obligaciones más graves es visitar regularmente a los confinados en casa para orar con ellos y celebrar los sacramentos. El regalo más grande que ofrecemos a los enfermos es la Sagrada Comunión, “la medicina de la inmortalidad”. Especialmente hoy, cuando las personas son erróneamente valoradas según su productividad, la Iglesia debe testimoniar la dignidad de cada persona como creada a imagen y semejanza de Dios. Nuestro origen divino es la fuente de nuestra dignidad, una dignidad que no se ve disminuida, sino que se magnifica en nuestra enfermedad y debilidad.


En Cristo, el Médico Divino,

P. David



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